Las primeras referencias a la analítica de datos surgen en la primera mitad del siglo XX, aunque no es hasta hace una década cuando explota la gran revolución. En los últimos años, hemos pasado de la era de la tecnología a la era de los datos, y se ha abierto para las organizaciones una gran oportunidad para interpretar de una forma más precisa el entorno y adelantarse a los acontecimientos.

Las empresas, en un principio escépticas sobre los resultados que realmente podría ofrecer el almacenamiento y tratamiento de datos, muestran ya una confianza total en los beneficios que puede reportar esta ciencia. Según un informe publicado por CA Technologies, el 92% de multinacionales confían en estos servicios y el 52% ya ha puesto en marcha algún proyecto de estas características.

El big data en concreto, y las tecnologías digitales en general, son también uno de los principales focos en los que las empresas energéticas estamos centrando nuestros esfuerzos. El principal objetivo es conseguir procesos más eficientes que se perciban, sobre todo, en la optimización de los costes operativos, la toma de decisiones cada vez más inteligentes y la mejora de la productividad.

En el sector energético también tiene un creciente interés como facilitador de la transformación digital, lo que conlleva una inversión especialmente elevada en big data. En este sentido, una encuesta de tendencias elaborado por Accenture y Microsoft (The 2016 Oil and Gas Digital Trends Survey) refleja que las inquietudes del sector energético respecto a las tecnologías digitales se centran en dos grandes campos: el impacto en los profesionales y en los ingresos.

Sobre el desarrollo de los empleados y su bienestar, el 59% de las empresas creen que se ha incrementado la productividad y el 40% aseguran que demuestran un mayor compromiso gracias a la optimización de los datos. Además, 1 de cada 4 reconocen que ha repercutido positivamente en la mejora de la capacitación laboral. En definitiva, la analítica de grandes datos ha permitido a los profesionales desempeñar su trabajo de forma más eficiente y, por tanto, sentirse más satisfechos con los resultados. Hay que tener en cuenta que esta tendencia está creando nuevas posiciones en las empresas de especialistas, como los data scientists.

En cuanto al impacto en el negocio, más de la mitad creen que el big data está ayudando a tomar decisiones más rápidas, muchas veces en tiempo real. El 45% cree que sus activos han mejorado gracias esta inversión. En Enagás, en este ámbito, estamos trabajando en mejorar las técnicas de mantenimiento predictivo, aprovechando las posibilidades que el big data y la algoritmia generan.

Considero que el proceso de evolución tecnológica que estamos viviendo es sólo la punta del iceberg. Estoy convencido de que en los próximos años veremos cambios todavía más palpables dentro de las organizaciones pero, sobre todo, en la vida diaria de los ciudadanos. En nuestro sector, el de la energía, la reflexión pasa por explorar aún más las posibilidades que ofrecen los datos para crear modelos predictivos más exactos que se reflejen, por un lado, en una optimización del consumo, la demanda y el impacto medioambiental y de los consumidores y, por otro, en una mayor optimización de los costes de operación y mantenimiento.