El Día Mundial por la Reducción de las Emisiones de CO2 nos recuerda nuestra responsabilidad como habitantes del planeta y nos advierte de lo que cada vez es más evidente: la inacción ante el calentamiento global puede acarrear consecuencias devastadoras para la humanidad. La película Don’t look up, de Adam McKay, lo refleja satírica y brillantemente a través de la metáfora de un cometa que en cuestión de seis meses va a colisionar con la Tierra, ante la indiferencia de gran parte de la sociedad y la impotencia de los científicos.

Ni el filme es realmente cine de catástrofes, ni yo quiero ser catastrofista. Al contrario, algo positivo de la película es que considero que el poso final que deja no es de desesperanza, sino de empujar a la acción: escuchemos a la ciencia, no perdamos un tiempo que es ya escaso en debates que nos despisten del verdadero objetivo, y pongámonos de acuerdo para hacer algo ya: descarbonizar con urgencia. Es una obviedad, pero para poner soluciones lo primero es tener claro cuál es el problema a resolver, y en este caso se trata de reducir emisiones.

A falta aún de las cifras definitivas, parece que tras descender un 5,4% en 2020, en 2021 las emisiones mundiales de CO2 repuntaron a los niveles previos a la pandemia (2019). Algo que hay que tener en cuenta es que la actual crisis energética y la extrema volatilidad en los mercados han provocado un cierto regreso a una energía altamente emisora como el carbón, si bien al menos en el caso de Europa y Estados Unidos parece algo puramente coyuntural.

La cuestión es que en menos de 30 años, y tal y como establecen los compromisos del Acuerdo de París, tenemos que ser una sociedad neutral en carbono para conseguir que la temperatura global no aumente más de 1,5 ºC.

El desafío es inmenso, y con múltiples aristas, y hoy quiero compartir tres consideraciones sobre cómo pienso debemos afrontarlo:

  1. Aprovechando toda tecnología a nuestro alcance que permita reducir emisiones

Todo el CO2 que consigamos dejar de emitir hoy contribuye a reducir las emisiones netas totales, porque como me gusta decir, esta no es una cuestión de flujo, sino de stock. Y es que una particularidad del CO2 entre el conjunto de los gases de efecto invernadero (GEI) es que puede permanecer en la atmósfera durante más de cien años. Por ello los niveles de concentración, y por tanto el calentamiento global, dependen del total de emisiones que se van acumulando.

Sustituir carbón por gas natural nos permite ya, hoy mismo, reducir las emisiones de CO2 entre un 40% y un 50%. Esto es descarbonizar.

  1. Continuando con el progreso económico

Si es indiscutible que el calentamiento global está vinculado al desarrollo humano, cambiemos el modelo energético sin renunciar a la riqueza y el progreso, apostando por una economía sostenible. Para conseguirlo es imprescindible seguir desacoplando crecimiento económico y emisiones de gases de efecto invernadero en los países industrializados y, muy especialmente, comenzar a hacerlo en los emergentes. Este es el principal reto de la eficiencia energética, clave en el proceso de descarbonización. Como lo es también la economía circular, en la que un gas renovable como el biometano va a jugar un papel fundamental.

  1. Con el menor coste social posible

Al contrario que en Don’t look up, aquí, al menos en Europa, la mayoría sí hemos reaccionado y entendido que la transición energética es necesaria, pero también hay que asumir que no va a ser un proceso fácil y que va a impactar en las vidas de todos nosotros. Por eso nuestro objetivo ha de ser doble: reducir las emisiones y mitigar el cambio climático, con el menor coste social posible.

Si no pensamos en todos los colectivos y esto se convierte en un proceso de ganadores y perdedores, puede derivar en revolución social. Es responsabilidad de todos los que estamos implicados que esta sea una transición justa e inclusiva y que se lleve a cabo priorizando la cohesión social.

Una última idea para terminar: “la transición energética en la Unión Europea debe ser realista y con objetivos de sostenibilidad verificables”, como dice Mariano Marzo en una interesante entrevista publicada el pasado fin de semana.

Esa es la forma de la que estamos contribuyendo desde Enagás: hemos adelantado nuestro compromiso ser neutros en carbono a 2040, diez años antes de lo que nos habíamos marcado hace solo un año. Nuestros objetivos son ambiciosos y alineados con la ciencia, y vamos cumpliéndolos a buen ritmo: hemos reducido nuestras emisiones de CO2 más de un 63% desde 2014. Lo tenemos muy claro, lo urgente es descarbonizar.