El Imperio Romano llegó a ocupar más de 6,5 millones de kilómetros² a lo largo de la Cuenca del Mediterráneo. Durante 500 años se convirtieron en los auténticos reyes de Europa gracias a una estrategia sustentada en el profundo análisis de los territorios y en la organización militar. En el nutrido legado que dejaron para la posteridad se encuentra la construcción de infraestructuras y obras públicas, muchas de ellas todavía vigentes hoy en día. Uno de sus proyectos más ambiciosos fue el diseño de una red viaria que servía de nexo entre Roma y las principales ciudades del Imperio: una gran telaraña de caminos de 100.000 kilómetros de longitud.  

Por su orografía, la Península Ibérica supuso uno de los mayores desafíos para los ingenieros romanos y es uno de los mejores ejemplos de cómo supieron resolver los obstáculos naturales. El origen del diseño y construcción de las calzadas romanas se basaba en buscar del tránsito más rápido y directo posible entre dos puntos importantes para movilizar tropas y mercancías. A partir de ahí, se unía dichas calzadas con otras secundarias que conectaban con los centros de población.

2.000 años después, el desarrollo de los trazados de gasoductos de alta presión siguen la misma idea: se plantean sobre la alternativa más rápida y directa para unir dos sitios estratégicos y, posteriormente, se conectan con la red de distribución a través de gasoductos de menor presión que distribuyen el gas a las distintas poblaciones.

Otra similitud entre los antiguos ingenieros romanos y los ingenieros que hoy diseñan los trazados de gasoductos de alta presión es que ambos hacen frente a las pendientes del terreno. Las tropas y mercancías romanas podían transitar por dichas pendientes sin tener demasiado en cuenta las dificultades orográficas. Hoy el transporte de gas por gasoducto permite hacerles frente de la misma manera, lo que facilita un recorrido más directo.

Un caso concreto lo ejemplifica la denominada Vía Augusta que discurría desde Cádiz hasta los Pirineos. Su trazado permitió la fácil entrada de las tropas romanas en Hispania pero también sirvió más adelante para mejorar el transporte comercial y las comunicaciones con el Norte de África. Es curioso observar cómo muchas de las principales carreteras de nuestro país -como la N-IV que enlaza Madrid con Andalucía o la autopista del Mediterráneo-, se han beneficiado de la herencia romana para incorporarla a sus propios diseños.

Todos los caminos estatales quedaron documentados en el Itinerario de Antonino que señala las 372 rutas o arterias principales del imperio, de las cuales 34 correspondían a la provincia de Hispania. Tenemos que recurrir a los documentos escritos por Plinio el Viejo para determinar además donde se encontraban los caminos vecinales, las pequeñas venas que conectaban las arterias con las comunidades locales que encontraban a su paso.

Pero las calzadas romanas no sólo se han utilizado como referencia para el transporte de mercancías y pasajeros, también las redes que llevan la energía a todos los rincones del país coinciden en muchos puntos con estos caminos. En el caso de Enagás, su red de gasoductos de alta presión discurre en paralelo a varios tramos de la Vía Augusta. Se trata de una red que recorre la península y permite llevar el gas natural a prácticamente todos los rincones del país.

Construir infraestructuras que contribuyan a la seguridad y garantía de suministro es precisamente una de las actividades de Enagás. Nuestra red de transporte cuenta con cerca de 11.000 kilómetros, 18 estaciones de compresión y 416 estaciones de regulación o medida. A su vez, estos nodos están interconectados entre sí para atender la demanda de gas natural en cualquier situación, incluso en los momentos del año en los que se incrementa notablemente la demanda energética.

Muchos de los trazados de los gasoductos troncales de Enagás están influidos estrechamente por la cultura romana. Es el caso por ejemplo del gasoducto de la Ruta de la Plata, que discurre desde Extremadura hasta Asturias y que en su pasado histórico era la calzada que unía el oeste de Hispania entre la Augusta Emerita y la Asturica Augusta.

O la mencionada anteriormente Vía Augusta que conectaba Gades con Narbona y que enlazaba con ciudades como Hispalis, Corduba, Carthago Nova, Saguntum o Tarraco. Un itinerario que nos ayudó a la hora de trazar el gasoducto de Al-Ándalus y el de Barcelona-Bilbao-Valencia, cubriendo así las necesidades de suministro del litoral oriental español.

Los gasoductos de Enagás están diseñados para soportar presiones que van desde los 30 hasta los 80 bar, dependiendo del trazado de cada tramo, a excepción de las conexiones submarinas que pueden llegar a alcanzar presiones de hasta 220 bar. Todos ellos se revisan permanentemente para garantizar que cumplen todos los requisitos de seguridad.

Si quieres saber más sobre las infraestructuras de Enagás y nuestros próximos proyectos, te invito a visitar la web de la Compañía donde encontrarás toda la información al respecto.