A estas alturas del partido, existen suficientes evidencias y estudios científicos que avalan una realidad ya incuestionable: el cambio climático existe. Nuestro planeta se calienta a un ritmo insostenible que puede tener impactos muy graves sobre la vida de las personas. Esto está dañando la biodiversidad y afectando de manera severa a los sistemas naturales. El nivel del mar podría subir hasta dos metros para finales de este siglo si las emisiones de CO2 siguen en esta línea. Y todo esto lo estamos provocando los humanos, nuestras sociedades.

La “verdad incómoda” de la que hablaba Al Gore hace más de una década ha pasado a ser una emergencia dramática que requiere actuación inmediata. En la última actualización de su manual de estilo, el mes pasado, el diario británico The Guardian comunicó que ya no hablará de “cambio climático” sino de “crisis climática”, para asegurarse de que “estamos siendo científicamente precisos, al mismo tiempo que nos comunicamos claramente con los lectores sobre este tema tan importante”.

Pese a las contundentes evidencias científicas, escuchamos aún ciertas voces escépticas, cuando no directamente negacionistas, acerca del calentamiento global y del deterioro climático del planeta. Sin embargo, como dijo la semana pasada Barak Obama en Colombia, “puedes negar el calentamiento global, pero los datos están ahí”. Efectivamente, y por fortuna, el negacionismo se va quedando sin argumentos.

Este negacionismo climático no deja de ser una forma exacerbada de resistencia al cambio, de oposición a las transformaciones que requiere la lucha por el clima. Sin embargo, no hay vuelta atrás. La transición ecológica, la evolución de nuestras economías y sociedades a un modelo descarbonizado, es imparable. Hemos visto la fuerza de este movimiento en las pasadas elecciones europeas, en las que Los Verdes han sido la cuarta fuerza de la Eurocámara, la segunda más votada en Alemania y la tercera en Francia. La urgencia climática está en la agenda política.

Europa, y en particular España, están teniendo un papel ejemplar en liderazgo y ambiciones climáticas, aunque no debemos perder de vista las magnitudes: nuestro continente produce alrededor del 11% de las emisiones mundiales de CO2, mientras que China es responsable de más del 28%, según datos de 2018 de la Agencia Internacional de la Energía. Por tanto, y alabando el rol impulsor de España y de Europa, es recomendable ser realistas en cuanto a la autoexigencia de los objetivos marcados y nuestra capacidad para alcanzarlos y, al mismo tiempo, conseguir que los esfuerzos sean comunes, no de un solo país. Siempre protegiendo a los más débiles y asegurando que la transición sea justa y venga acompañada de desarrollo, reconversión, innovación y progreso para todos.

Esa transformación hacia la descarbonización es un fenómeno global que nos afectará, queramos o no, a todos los sectores: industria, transporte, vivienda… y por supuesto a la energía. Soy muy consciente del peso clave que tiene nuestra actividad. En el Día Mundial del Medio Ambiente, que este año tiene como lema “Sin contaminación del aire”, quiero expresar con claridad mi compromiso personal al respecto. Somos muchas las empresas que huimos del negacionismo climático, con nuestro discurso y nuestras acciones.

La necesidad apremiante de mejorar la calidad del aire que respiramos es un tema de salud pública y un objetivo al que en Enagás estamos prestando especial atención, sobre todo en lo relacionado con el transporte. Por supuesto, el vehículo eléctrico está aquí para quedarse, nadie lo pone en duda, pero la movilidad es mucho más que los coches que circulan por nuestras ciudades: es transporte marítimo, es ferrocarril, es transporte pesado por carretera… ámbitos actualmente no electrificables en los que estamos explorando distintas alternativas para una movilidad sostenible, que a día de hoy incluyen el gas natural y otras soluciones por las que ya estamos apostando, como el biometano o el hidrógeno, que puede estar llamado a ser el combustible del futuro, así como otras son tecnologías aún por descubrir.

Tenemos la oportunidad de ser la generación que realmente pase a la acción y tome medidas para asegurar el futuro del planeta y del medio ambiente, frenando el calentamiento global. Negar la realidad y nuestra responsabilidad en el gran desafío que afronta nuestra sociedad no es una opción.