En el verano de 2015, centenares de ciudadanos (en su mayoría sirios) intentaron llegar al paso fronterizo entre Grecia y Macedonia para viajar después al norte de Europa y huir del horror de la guerra.

Han pasado ya dos años desde entonces, pero el drama de los refugiados sigue siendo una dura realidad que aún no está resuelta. Europa está haciendo frente a la llegada de nuevas familias y a su reubicación en los países miembros, en la que se considera la mayor ola migratoria desde la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, sólo se han alojado en la Unión Europea alrededor del 20% de los refugiados previstos inicialmente.

El conflicto bélico de Siria está generando enormes consecuencias políticas, sociales, económicas y culturales dentro y fuera de este país de Oriente Próximo. En la actualidad, no existen herramientas suficientes para afrontar las consecuencias negativas de la globalización. Además, en el contexto internacional es habitual encontrar un debate continuado entre aperturismo y autarquía, así como la irrupción de políticas populistas que buscan respuestas fáciles a problemas complejos.

Con todo ello, Europa se enfrenta ahora a un triple reto que va más allá incluso de esta crisis migratoria: por un lado, tiene el cometido de proteger a los refugiados, por otro la necesidad de desarrollar una política migratoria eficaz y sostenible que también sea útil para posibles situaciones similares en el futuro y, por último, la responsabilidad de responder ante problemas relacionados con la integración social de los refugiados en los países receptores.

La UE ha trazado propuestas para solucionar esta crisis migratoria. Entre ellas, se incluye la posibilidad de establecer un procedimiento estandarizado de asilo que otorgue a cada Estado de la Unión un cupo de asistencia proporcionado y que permita la residencia de los refugiados durante un periodo determinado.

También se ha trabajado en la posibilidad de otorgar a los sirios mayores derechos laborales en Turquía, que es el país que actualmente acoge a mayor cantidad de refugiados: más de 3,5 millones. Una cifra muy elevada que obliga a muchos de ellos a abandonar el país por falta de expectativas profesionales.

Otra de las opciones es una mayor implicación en Siria, ya que la guerra se inició hace seis años, y es el motivo por el que muchos de los refugiados se han visto obligados a abandonar el país.

A pesar de todo ello, dos años después de comenzar estas grandes migraciones, siguen sin estar claras las soluciones al problema.

Ante un asunto tan delicado como es la crisis de los refugiados, debemos evitar caer en la “crítica fácil”. No existen soluciones fáciles y debemos ser precavidos sin que ello paralice el avance.

El Día Mundial de los Refugiados puede servir como momento de reflexión para los estados europeos, con el objetivo de alcanzar una política común que abogue por la solidaridad y que garantice una solución viable para los países y, por supuesto, para los inmigrantes refugiados.