El gas natural es clave para el tejido industrial de nuestro país, especialmente en sectores económicos tan relevantes como los de metalurgia, química, refino, papel o materiales para la construcción. Esta fuente de energía cumple también un papel esencial para la actividad de instalaciones comerciales, servicios y para su uso doméstico, y sirve de respaldo de las renovables mediante la generación de energía eléctrica en las centrales de ciclo combinado. Así, el gas natural permite compensar rápida y eficazmente los momentos de baja producción de energía eléctrica de las renovables en situaciones de falta de viento o de sol.

Desde su descubrimiento hasta su uso actual, esta fuente de energía cuenta con una historia de miles de años. Los primeros conocimientos sobre el gas natural se sitúan en el área actual de Irán, entre los años 6000 y 2000 a.C. Posiblemente un relámpago fortuito, al contacto con una fuga de gas en una falla, pudo haber encendido una gran columna de fuego. Este hecho sirvió para reforzar las creencias de los antiguos pobladores sobre el dios que se escondía entre las llamas.

Hace unos 2000 años, los chinos empezaron a perforar el suelo empleando cañas de bambú con punta de hierro para recoger la salmuera depositada bajo tierra. En ocasiones, cuando sus perforaciones alcanzaban la profundidad suficiente, además de salmuera encontraban petróleo y gas natural. Según algunos relatos históricos, quemaban el gas para calentar la salmuera, evaporar el agua y aislar de esta manera la sal. También algunos escritos constatan que el pueblo heleno también tenía conocimiento del petróleo y el gas natural retenido en el subsuelo.

En la era moderna, la estandarización del uso del gas en la cadena energética parte de la explotación de un gas manufacturado procedente del carbón, que tiene un poder calorífico menor y es más contaminante. Posteriormente, se desarrolla la tecnología necesaria para la extracción directa de los yacimientos del gas natural, que es el combustible fósil menos contaminante que utilizamos en la actualidad en nuestros hogares e industria. Esta evolución se ha producido de la siguiente manera:

En Europa, los primeros usos de un gas procedente del carbón en la cadena energética aparecen en el siglo XVIII nacen en Gran Bretaña para el alumbrado de las casas y las calles. Posteriormente, en 1816, el Ayuntamiento de Baltimore, en Estados Unidos, se convierte en el primero en utilizar este tipo de gas manufacturado para encender todas las farolas de la ciudad.

En 1821, se puso en marcha el primer yacimiento de gas natural metano en los Estados Unidos, que aunque rudimentario, es parecido a como entendemos los pozos de gas natural actualmente. Como resultado, se formó la Fredonia Gas Light Company, primera compañía estadounidense de distribución de gas natural canalizado a casas adyacentes cerca de Nueva York. No obstante, durante la mayor parte de los siglos XVIII y XIX, el gas que se utilizaba era casi exclusivamente manufacturado y para su uso como fuente de luz.

El paso del gas manufacturado procedente del carbón al gas natural o metano ha sido clave para el desarrollo industrial y, sobre todo, muy relevante en términos medioambientales. El gas natural metano elimina totalmente las emisiones de óxido de azufre y de partículas en suspensión y reduce sustancialmente las emisiones de óxido de nitrógeno y de CO2.

En este contexto, en 1885 se produjo un gran hito para la expansión del gas natural que iba a permitir otros usos de esta fuente de energía. Ese año, el químico alemán Robert Bunsen patenta un quemador industrial (más tarde conocido como “quemador de Bunsen”) que permite calentar el gas a través de una red de tuberías y conducirlo hasta el hogar o las fábricas para calentar calderas, hornos, radiadores o cocinas. Esto se convierte en un importante paso que, junto con la explotación industrial de gas natural de los yacimientos, permitirá impulsar notablemente la eficiencia energética en el sector industrial.

En la década de los 60 del siglo XX es cuando las primeras plantas de regasificación europeas reciben los primeros suministros procedentes de los pozos de Libia y, algunos años más tarde, de los yacimientos de Argelia. En este contexto, la Planta de Regasificación de Barcelona, que comenzó a operar en 1969, es la terminal de regasificación más antigua de Europa continental que sigue en operación. Tras la progresiva adaptación de las últimas tecnologías, es hoy una referencia en eficiencia energética.

La sede de Enagás: símbolo de la evolución del uso de gas en España

El lugar donde se ubica la actual sede de Enagás en Madrid es todo un símbolo de esta evolución, desde el uso del gas procedente del carbón para su utilización en el alumbrado hasta la aplicación del gas natural al ámbito industrial. En los terrenos donde se ubica hoy de este edificio y sus alrededores, en el barrio de Arganzuela, se situaba la fábrica de gas de Madrid, conocida popularmente como el Gasómetro. A esta fábrica llegaba en vagones de tren el carbón del que se producía el gas manufacturado para el alumbrado de la ciudad.

Esta fábrica ocupaba la manzana comprendida entre la Ronda de Toledo, los paseos de las Acacias y los Olmos y la calle del Gasómetro. Contaba con varios hornos (de los cuales aún se conserva hoy una chimenea), almacenes para el carbón, varios depósitos de almacenaje del gas (gasómetros), las oficinas de la empresa e incluso viviendas para los empleados. El gas se obtenía de un compuesto de hulla y resina. La fábrica posteriormente se trasladó a Manoteras en 1967. Poco después fue derribada la de la Ronda de Toledo y, en ese solar, fue construida posteriormente la sede actual de Enagás.

La compañía ha tenido, desde su sede en el Paseo de los Olmos, un papel crucial en la etapa posterior de desarrollo de la red de gas natural en España.

Sede actual de EnagásPEQ

En el mismo terreno de la antigua fábrica de gas de Madrid se sitúa la actual sede de Enagás.