Llevamos décadas oyendo acerca del enorme potencial del hidrógeno. Fatih Birol, Director de la Agencia Internacional de la Energía, contaba en un buen artículo publicado en Financial Times una broma interna de la industria que dice que el hidrógeno es el combustible del futuro… y siempre lo será.

Sin embargo, en los últimos meses está recibiendo una atención y un impulso político y empresarial sin precedentes. En junio, durante el encuentro de ministros de Medio Ambiente y Energía del G-20 en Japón, el país anfitrión concedió al hidrógeno un gran protagonismo como energía de futuro, pues es su apuesta estratégica en materia de energía de aquí a 2050 junto a la captura de CO2. En el marco de esta cumbre, Japón, Estados Unidos y la Unión Europea anunciaron que cooperarán para acelerar las tecnologías del hidrógeno y permitir su uso a escalas cada vez mayores.

¿Estamos entonces cada vez más cerca de que el hidrógeno sea por fin una energía del presente? Hay diversas razones que nos llevan a pensar que sí:

En primer lugar, el momento actual, muy diferente al de los años 70, por ejemplo, cuando a raíz de las crisis del petróleo también surgió un interés por el hidrógeno, interés que se perdió en cuanto bajaron los precios del crudo sin que hubiese dado tiempo a avances relevantes. Hoy la lucha contra el cambio climático y la necesidad inaplazable de reducir emisiones de carbono no son objetivos coyunturales sino principales y permanentes de nuestras sociedades, y el hidrógeno puede ser clave para la transición hacia un mundo descarbonizado.

Es necesario que sea hidrógeno renovable o hidrógeno verde —producido por electrólisis del agua a partir de excedentes de energía renovable—, que es capaz de reducir las emisiones, facilitar el acceso a una energía segura a cada vez más población y descarbonizar tanto el transporte como los procesos industriales, así como utilizarse en los sectores residencial y comercial.

La Agencia Internacional de la Energía presentó durante la cita del G-20 el informe “El futuro del hidrógeno”, en el que incluye recomendaciones para potenciar este nuevo vector energético y pone de manifiesto otra de sus ventajas diferenciales: se puede y se debe aprovechar las infraestructuras existentes, como los gasoductos, para su transporte.

Otra buena señal de que podemos estar ante el despegue definitivo del hidrógeno es la fuerte apuesta que ya están realizando varios países. Por supuesto Japón, con su “Sociedad del Hidrógeno”, una ambición que se pondrá a prueba en 2020 con los Juegos Olímpicos de Tokyo, cuando se espera que 40.000 vehículos de hidrógeno circulen por el país, gracias a los esfuerzos conjuntos del Gobierno y de las industrias de la energía y el automóvil. También China y Corea del Sur están apostando por el coche a hidrógeno.

En Europa, Francia presentó el año pasado su Plan Nacional del Hidrógeno dotado con 100 millones de euros al año y el objetivo de pasar de 20 a 100 estaciones de recarga o hidrogeneras y llegar a los 5.000 coches y 200 vehículos pesados impulsados ​​por hidrógeno en 2023. Alemania puso en marcha 17 de las 48 estaciones de carga de hidrógeno que se construyeron en el mundo en 2018 y se sitúa ya por detrás de Japón como el país con más hidrogeneras.

En España el hidrógeno no tiene este grado de desarrollo, pero las empresas españolas nos estamos embarcando ya en proyectos pioneros y realmente innovadores para contribuir a superar las barreras que aún tiene el hidrógeno, y que son principalmente temas de escala y de coste: necesitamos poder generar hidrógeno limpio barato.

En Enagás estamos participando muy activamente en varios de estos proyectos como “Power to Green Hydrogen Mallorca”, promovido por el Gobierno Balear y en el que junto a Acciona, Cemex y Redexis pondremos en marcha una planta de hidrógeno verde en la isla y, más recientemente, hemos llegado a un acuerdo con Toyota España y Urbaser para promover la primera hidrogenera de España apta para turismos, que se ubicará en la zona norte de Madrid.

Hay por tanto, actualmente, un interés real en el hidrógeno también en España, que es imprescindible vaya acompañado de  impulso institucional. El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) de nuestro país contempla explícitamente que se fomentará la penetración del hidrógeno verde y prevé “la inyección de dichos gases renovables en la red de gas natural”, y esto es una buena noticia.

Para que el hidrógeno pase a ser un recurso de referencia en nuestro mercado energético y elemento clave de la transición energética, y que las empresas españolas sean líderes en estas energías sostenibles, hay dos temas que no se pueden poner en cuestión: uno, que cualquier país desarrollado y con futuro tiene que incentivar la I+D+i, y dos, que es imprescindible ofrecer seguridad y predictibilidad para ser capaces de captar la inversión necesaria.

Por ello, las políticas regulatorias deben fomentar la eficiencia y la innovación y, por supuesto, tener muy presentes los objetivos de descarbonización, en línea con las directrices marcadas por Europa. En este contexto, esto da para otro post…