Prácticamente todas las civilizaciones que han habitado este Planeta, han mirado al cielo con una inquietud común: ¿qué es el Espacio? ¿Somos capaces de alcanzarlo? Uno de los primeros en reflejar esta curiosidad fue Luciano de Samósata que ya en el siglo II d.C. escribía en tono humorístico cómo imaginaba la vida en la Luna.

Mucho más adelante y con el auge de la tecnología aeronáutica en los albores del siglo XX, se fundan las primeras organizaciones aeroespaciales en Estados Unidos y Alemania. La primera Gran Guerra del Siglo merma los planes de futuro para esta industria pero tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno germano se da cuenta de los fines militares de este sector y rápidamente las principales potencias del mundo se lanzan a la carrera por conquistar el espacio.

El 4 de octubre de 1957, en plena Guerra Fría, la Unión Soviética se coloca en primera posición cuando lanza el satélite Sputnik. Estados Unidos entiende entonces la necesidad urgente de invertir en sus programas espaciales y se fija una clara meta que alcanzar antes que nadie: la Luna.

Casi medio siglo después de la primera huella que dejó impresa el hombre en la superficie lunar, la empresa estadounidense de Jeff Bezos –fundador también de Amazon-  quiere conquistar ahora el turismo espacial con el cohete New Glenn. Se trata de un modelo muy similar al Saturno V, el cohete que impulsó a los ‘apolos’ que llegaron a la Luna, pero con una novedad: se alimentará de gas natural licuado y oxígeno líquido como carburantes.

Este proyecto cuenta con siete motores BE-4 que comenzaron a testarse en  2011 y como aseguran desde la organización privada, han dado muy buenos resultados hasta el momento en cuanto a seguridad, eficiencia y potencia gracias a la tecnología y a las características propias del gas natural.  Aunque ya se pueden ver algunas de las primeras pruebas que han llevado a cabo en el desierto de Texas,  los ingenieros de Blue Origin siguen trabajando en el New Glenn a puerta cerrada para no dar pistas a compañías como Virgin, SpaceX o Boeing que apuntan como rivales.

La empresa de Bezos no es la única que plantea el gas natural como energía alternativa para llegar al espacio. Mucho más cerca que Texas, en Cerdanyola del Vallès (Barcelona), la empresa Zero2Infinity ha patentado un sistema para sustituir el tradicional modelo de lanzamiento de satélites por uno menos costoso y más limpio mediante la propulsión, a través de globo aerostático, de una plataforma que se eleva mediante el gas natural y el oxígeno como únicos combustibles.

Si algo se extrae de los diferentes proyectos que se están llevando a cabo para conquistar el espacio, es que la industria aeronáutica necesita buscar alternativas a los combustibles tradicionales. Uno de los principales problemas que están intentando solventar es el momento de la propulsión en el que se produce el mayor gasto energético y económico del viaje y que además, en muchas ocasiones, se traduce en mayores problemas de seguridad.

Los medios de transporte representan uno de los principales retos a la hora de reducir las emisiones de CO2. Se está avanzando en el ámbito de la eficiencia energética y en las alternativas menos contaminantes, pero no hay soluciones fáciles. En este contexto, el transporte aéreo tiene un peso muy importante y los progresos en el ámbito aeroespacial pueden ser la antesala de avances menos contaminantes que se puedan aplicar al transporte aéreo largo plazo.

El gas natural, en este caso, se plantea como una de las alternativas más eficientes y seguras. Seguiremos mirando al futuro para descubrir cómo esta energía ocupa un papel cada vez más protagonista en nuestras vidas.