Las empresas tienen una gran influencia en la sociedad como generadoras de trabajo, riqueza y desarrollo. En este último aspecto, su acción supera la dimensión económica y transciende hasta otros ámbitos, incluido el social.

Cada organización tiene definidos una misión y unos valores concretos, que van más allá de su beneficio económico. Por norma general, las empresas tienen claro que parte de lo que la sociedad les aporta debe revertir de nuevo en la sociedad. Es muy importante el efecto positivo que las empresas deben tener en términos de contribución con sus stakeholders, pero también con la sociedad en general.

En este sentido, la Responsabilidad Social Corporativa (o Responsabilidad Social Empresarial) surge como la contribución activa y voluntaria a la mejora social, económica y ambiental por parte de las empresas, con el objetivo de mejorar su situación competitiva, valorativa y su valor añadido. El origen de la RSC se remonta al siglo XIX, en el contexto del cooperativismo y el asociacionismo, donde se buscaba conciliar la eficacia empresarial con algunos principios sociales como democracia, autoayuda, apoyo a la comunidad y justicia distributiva.

Este concepto ha ido evolucionando en el tiempo hasta nuestros días. Ahora entendemos que una empresa apuesta por la RSC cuando en su toma de decisiones tiene en cuenta el impacto de sus acciones en las comunidades, los trabajadores y en el medio ambiente, e incorpora, de hecho, esos aspectos en sus procesos y resultados. Su máximo exponente actualmente son las empresas de economía social, por definición empresas socialmente responsables.

Al margen de las empresas de economía social, son muchas las grandes corporaciones que desarrollan actividades que benefician y transforman de una manera positiva la sociedad. Además de las grandes corporaciones, son muchísimas las compañías que dedican parte de su presupuesto y actividades a la mejora social, en menor escala y con proyectos más locales y concretos, contribuyendo de igual forma a transformar positivamente la sociedad.

Esta dimensión social de la empresa está íntimamente relacionada con su misión u objetivo y sus valores. De los objetivos de una compañía derivarán también sus responsabilidades, y no sólo de carácter legal o contractual, sino una responsabilidad que va más allá de las leyes.

Una empresa comprometida socialmente se sostendrá a largo plazo, aunque obtenga beneficios de su labor más a medio y largo plazo. Entender esto supone un cambio en la  cultura empresarial hacia los valores personales y sociales de manera continuada. Si una empresa actúa de este modo, estará ayudando activamente a transformar la sociedad.