Europa quiere liderar la transición energética en el mundo para avanzar hacia una economía baja en carbono. El primer paso firme fue el compromiso político establecido en el Consejo Europeo del 23 y 24 de octubre de 2014, en el que se marcaron unos objetivos ambiciosos que no son sencillos de conseguir. Exigen y demandan esfuerzo, trabajo y empeño.

Que Europa haya dado un paso al frente es algo de lo que nos debemos sentir orgullosos. La lucha contra el cambio climático es uno de los grandes desafíos de la humanidad para las próximas décadas y la transición energética, un enorme reto para la sociedad. Ninguna de las otras grandes economías mundiales ha adquirido un compromiso similar.

En España, uno de los grandes temas en el debate público actual es la futura Ley de Cambio Climático y Transición Energética. Precisamente, hace unos días la Comisión de Expertos sobre Transición Energética entregó al Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital su informe final ‘Análisis y propuestas para la descarbonización’, en el que se recogen distintos escenarios y posibles alternativas de política energética para que España avance hacia este nuevo modelo.

Se trata de un asunto complejo. Tenemos que conseguir encajar muchas piezas para completar el puzzle: que la transición se lleve a cabo de la forma más eficiente, que se garantice siempre el suministro energético y la competitividad de las empresas y, al mismo tiempo, que se reduzcan las emisiones según la hoja de ruta marcada por los jefes de Gobierno de la UE.

Es un reto complicado pero posible, y es esencial que las empresas contribuyamos a superarlo. En Enagás ya estamos trabajando en ello con una gestión eficiente, proactiva y anticipativa y apostando por el gas natural, una energía segura y limpia, ya que genera un 30% menos de emisiones de CO2 que el petróleo y sus derivados. Además, las infraestructuras gasistas desarrolladas aportan flexibilidad y están disponibles para su uso inmediato, por lo que pueden dar resultados en el más corto plazo.

Hace un mes, el grupo europeo Gas For Climate presentó un estudio que evidencia el papel clave que las infraestructuras gasistas tienen en la transición energética. El estudio explica cómo el transporte de gas renovable en las infraestructuras ya existentes puede contribuir a cumplir con los objetivos de emisiones cero en 2050 y cómo podría ahorrar a Europa 140.000 millones de euros al año.

El gas natural también juega un papel muy importante porque es la energía tradicional con menos emisiones y porque es la mejor aliada de las renovables en los momentos en que estas no están disponibles.

En resumen: en la complicada triangulación de garantizar el suministro, mantener la competitividad y reducir las emisiones, ninguna otra fuente de energía es capaz de ofrecer el conjunto de ventajas que aporta el gas natural tanto para la industria, como para los hogares y el transporte. Hablamos de una fuente versátil, segura, barata y con una demanda en aumento que será (ya lo está siendo) parte de cualquier solución viable desde el punto de vista tecnológico y económico.

En la transición energética puede haber quien tema los cambios. Nosotros no. El sector de la energía siempre se ha caracterizado por liderar la innovación, el desarrollo tecnológico, el impulso creativo, la visión a medio y largo plazo. Hablamos de 2030 para afrontar un cambio que se creía imposible y que ahora es inevitable, y el sector gasista está preparado para ello.