Estamos a días de que entre en vigor el Acuerdo de París, que a partir de enero sustituirá al célebre Protocolo de Kyoto. Su aprobación hace cuatro años supuso un triunfo del multilateralismo y convirtió a la COP21 celebrada en la capital francesa en una cumbre del clima histórica.

La COP25, presidida por Chile y celebrada en Madrid gracias a la iniciativa del Gobierno español, ha sido una cumbre que ha puesto el foco principal en la necesidad de elevar la ambición climática y, más concretamente, en aumentar significativamente los recortes de emisiones de CO2 — según un informe reciente de la ONU hay que multiplicarlos por cinco para cumplir con el Acuerdo de París y frenar el calentamiento global de nuestro planeta.

Una vez finalizada la COP25, y con independencia de los resultados y compromisos conseguidos, quiero hacer una lectura positiva de varias de las cosas que han sucedido durante estas dos semanas. La primera es que la propia celebración de la cumbre es un éxito en sí mismo: se ha seguido impulsando la agenda climática y ha supuesto un logro organizativo para España, que ha proyectado una excelente imagen del país.

También destaca el papel de la Unión Europea, que ha querido hacer gala de esa ambición climática y dar ejemplo a la comunidad internacional. En primer lugar con un gesto simbólico, pero muy significativo, a tres días del comienzo de la cumbre de Madrid, convirtiéndose en el primer continente en declarar la emergencia climática a nivel global. Y también con la presentación de su Pacto Verde europeo, en los diez primeros días de andadura del nuevo Gobierno de la Comisión Europea. Este Green Deal incrementa el objetivo de reducción de emisiones de CO2 desde el 40% a como mínimo el 50% o incluso el 55% en 2030, un compromiso que refuerza la posición de liderazgo de Europa en la lucha contra el cambio climático.

Otros puntos a valorar han sido la participación, por primera vez, de los ministros de finanzas y la presencia de entidades financieras, sin duda un hito relevante; el papel de la sociedad civil, más implicada que nunca en esta cumbre; y la elevación del nivel de concienciación, al menos entre la sociedad española.

Personalmente, como conclusión y enfoque a futuro me quedo con el muy acertado lema de la COP25, es “Tiempo de actuar”. De actuar a todos los niveles. De actuar los Gobiernos, las empresas y la sociedad civil. Como ha dicho la Ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, que ha tenido además un papel clave de liderazgo como facilitadora de esta cumbre, “ni la acción ni la ambición en la lucha contra el cambio climático pueden limitarse a lo que ocurra dentro de estas paredes”. Hay muchas formas de trabajar por el futuro del planeta y hace falta dar pasos ya. Como “actores por el clima” de la COP25 en Enagás hemos tenido la oportunidad de contar cómo lo estamos haciendo nosotros, a través de una presencia activa en distintas actividades de su programación.

Así, hemos compartido en distintas sesiones en la Zona Azul y en la Zona Verde cómo estamos impulsando la capacidad del gas natural para reducir emisiones de CO2. Por ejemplo en el transporte, un sector clave a descarbonizar, pues supone el 25% de las emisiones mundiales y en donde el gas natural licuado juega un papel fundamental como combustible sostenible en el ámbito marítimo, ferroviario y de vehículos pesados. O en la generación de electricidad, donde el gas natural está sustituyendo al carbón y consiguiendo evitar a la atmósfera la emisión de 12 millones de toneladas de CO2 en 2019, lo que equivale a lo que emiten casi 5 millones de turismos convencionales durante un año.

Con la vista puesta en la neutralidad climática en 2050 que promueve la Unión Europea, nuestra gran apuesta de futuro son nuevas energías como los gases renovables. El pasado martes expusimos en un evento que organizamos en la COP25 el potencial de una tecnología energética clave para ese futuro descarbonizado: el hidrógeno. De la mano de expertos del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, del IDAE y de la Fundación del Hidrógeno de Aragón, así como de nuestra nueva filial EnaGasRenovable, se puso de manifiesto cómo el hidrógeno verde, producido a partir de energías renovables, es una oportunidad tecnológica para España, por la posición privilegiada de nuestro país y por su gran capacidad para producir esta fuente de energía a gran escala gracias a nuestro potencial eólico y fotovoltaico. Un proyecto nacional y también europeo, fundamental para alcanzar las ambiciones climáticas que la Unión Europea está poniendo sobre la mesa y que espera “contagiar” a más países.

Una nueva hoja de ruta verde para el crecimiento europeo que, como ha destacado el Vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans, es vital que implique a todas las partes interesadas y que sea el camino para una transición justa, que no deje a nadie atrás.